jueves, diciembre 23, 2004

Sonríe, Dios te ama

En cualquier relación humana, sin excepción, existe un desbalance de interés entre las personas que la forman.
Algunas veces esa diferencia es tan mínima que pasa desapercibida, otras se hace notar, y otras llega a ser tan extrema que incluso puede tornar enfermizo el vínculo o hasta ser motivo del fin de la relación.

La verdad es que no tengo ni idea de "psicología formal" [como de casi cualquier otra cosa, claro] como para explicar cuándo es que una relación califica como enfermiza y cuándo no; pero tomando como ejemplos más comunes de esto que digo las relaciones de pareja [u otras de "atracción sexual" que no llegan a calificar para tal categoría] en las que uno de los participantes está obsesionado con el otro y lo necesita como el aire, mientras que para este segundo la existencia del primero le resulta casi irrelevante, dudo mucho que alguien me vaya a discutir que ése es un vínculo muy poco saludable ¿o no?

Otro ejemplo muy común que se me ocurre es el de hijos desesperados por satisfacer a sus padres, que se desviven por encajar dentro de lo que éstos esperan de ellos, y sufren, se sacrifican y hasta dejan de ser ellos mismos con tal de que mamá y papá les sonrían.
Pero oK, no es la idea hacer un muestrario de ejemplos, así que mejor sigamos adelante...

Estar consciente de que esto ocurre y prestar atención a cuál es el nivel de interés que quienes nos rodean tienen por nosotros y en qué medida correspondemos a ese interés es algo extremadamente útil, ya que sean cuales sean nuestras intenciones para con una relación determinada, ser capaz de medir el interés significa saber en qué medida esas intenciones tienen posibilidades de concretarse. Como dice la frase, el conocimiento es poder; y el poder nos da libertad ampliando nuestras posibilidades.

Incluso, dejando de lado lo moralmente cuestionable que pueda resultar, son muchas las personas que logran el éxito en diferentes aspectos de su vida mediante la manipulación consciente y voluntaria del nivel de interés que tienen en ellos las personas que pueden conducirlos a ése éxito.

Pero bueno, volvamos a los desbalances extremos de interés.
Algo muy curioso para observar, es que en general, cuando en una relación una de las dos personas repentinamente pierde interés en la otra, la reacción de ésta al nuevo escenario suele ser interesarse aún más por la primera.
Y digo curioso porque si bien es entendible que el cambio llame la atención del individuo que pretende “mantener viva" la relación y lo impulse a concentrarse en recuperar el balance de interés perdido, nada está más lejos de balancear una situación como agregar peso del lado menos liviano de la balanza.

Es así que comienzan muchos de los vínculos enfermizos que antes mencioné. Cuando el individuo que más interés tiene en la relación sube la apuesta y no logra otra cosa que asustar a quien ya tenía el interés por el piso cuando se encontró con que esa relación tan poco relevante en ese momento de su vida de repente le empieza a reclamar más inversión de energía y atención que nunca.

El final es obvio: todo explota. El desinteresado se va irritando cada vez más y más por la situación, mientras que el interesado pasa las noches sin dormir pensando en formas de llamarle la atención al otro [las cuales no conseguirán otra cosa que espantarlo aún más, claro está].

En lo personal, creo que por suerte no encajo mucho en ese esquema, y en general mi nivel de interés en una relación es directamente proporcional al de la otra persona.
Si el otro demuestra interés en mí, capta mi atención. Si me pone distancia, me provoca rechazo.

Pero bueno, como ya se está volviendo costumbre en mis posts, todo este tema desarrollado con el mayor esmero, lógica y dedicación que me es posible tener, no es más que una excusa para una conclusión final estúpida xD

Y es que hace poco, haciendo un pequeño repaso mental de mis últimos años, noté cierto paralelismo entre la pérdida de interés en la religión y la mejoría de mi vida en todos los frentes.

Mientras era un inocente niño católico, mi vida era bastante buena, no me puedo quejar. Pero desde que comencé a cuestionar la religión que practicaba, para luego pasar a creer en lo que yo quería, y terminar convirtiéndome en alguien que piensa que no existe ningún tipo de plano mágico ni nada que se le parezca y que nada escapa a la explicación de la ciencia, mi vida ha mejorado tanto tanto que me cuesta entender cómo sucedió.

Así que mi teoría es: quizás Dios sí existe, y lo que está pasando es que me llena de beneficios por mi completa pérdida de interés en él. Dios está necesitado de mi afecto, eso es lo que pasa. Me quiere recuperar a toda costa.

O sea, tiene mucho sentido. Yo era alto niño religioso. La idea de la presencia de Dios estaba increíblemente arraigada en mi cabeza. Y de repente y sin ningún motivo aparente, comencé a cuestionar la lógica de la religión y empecé a descartar una a una todas las creencias mágicas que tenía. Hasta que un buen día hice pup, y le dije a Dios: "Todo bien con vos, y estuvo muy bueno compartir todos estos años. Pero no existís. Y sería hora de que deje de actuar como si creyera que sí", y nunca más volví a hablarle...

Y si piensan que todo este post es una muy mala idea ya que manifestando públicamente una idea que sostiene que Dios existe estaría demostrándole interés y podría conducir a que los beneficios que me estuvo brindando últimamente disminuyan, no podrían estar más equivocados.
Porque los vínculos enfermizos también necesitan un poco de aire de vez en cuando, o de lo contrario corren riesgo de que el desbalance de interés se vuelva insostenible, y la relación se destruya para siempre.
Así que la idea de este post quizás sea ésa: Sólo un guiño para mantenerlo interesado... ;)