martes, marzo 15, 2005

Interrelación precaria

Todo lo que se puede decir es obvio.
Creemos que sólo acordamos términos y estructuras en los diferentes idiomas y formas de comunicación que usamos, pero en realidad, atrás de eso, hay también convenciones en cuanto a las formas de ser, de actuar, de pensar y de comunicarse de las personas acordadas por todos, y siempre hablamos de lo mismo y de la misma forma.

Dentro de las diferentes idiosincrasias de los grupos de personas en los que nos movemos, identificamos algunas cosas como obvias, otras como fuera de lugar, y otras como interesantes. Pero en realidad, aún dentro de nuestra propia vida, en los diferentes ambientes en los que nos desenvolvemos, esas mismas cosas pueden cambiar de categoría, y lo que en un medio era obvio, en otro es interesante, y lo que en uno es interesante, en otro es fuera de lugar.
O incluso de tan obvio algo se vuelve fuera de lugar, cerrándose un círculo dentro de lo que es la subjetividad acordada, en el que mientras nos mantengamos cerca de cierta zona vamos bien, pero a medida que nos vamos alejando es menos aceptable lo que digamos.

El acostumbramiento colectivo nos va amoldando, y usa nuestra búsqueda de aceptación social para convertirnos en seres obvios y predecibles que se comportan, hablan y piensan como esa subjetividad acordada impone que deben hacerlo.
Con nuestra marca personal, claro, pero siempre dentro de un rango bien acotado.

Planteado así, pareciera que la interacción social es un cáncer que va avanzando dentro nuestro tomándolo todo, y convirtiéndonos en seres uniformes, en robots, en Lemmings sin voluntad propia ni personalidad.
Y en parte es verdad, y si nos abstraemos de lo que somos y observamos nuestra propia evolución a través del tiempo, vemos que fuimos ganando en conocimiento acumulado y capacidad de procesamiento, pero perdiendo en espontaneidad, y la naturalidad con la que nuestra mente se movía instintivamente cuando eramos chiquitos, fue reemplazada por mecanismos automáticos de comportamiento, en los que vamos siendo cada vez menos transparentes con lo que sentimos y somos más funcionales a lo que los otros quieren ver y escuchar de nosotros.

En ese sentido es genial prestar atención a conversaciones entre nenes chiquitos, y ver lo evidente que es a lo que apuntan con cada cosa que dicen. La forma en la que, por no tener todavía bien definido un "mecanismo de conversación", se limitan a interrelacionar temas muy precariamente para forzar sus charlas y llevarlas hacia poder decir lo que tienen ganas de decir, que en general es puramente algo que necesitan expresar por exteriorizarlo nomás, y no porque pretendan conseguir algo.

Eso es linda comunicación.

Y no estoy diciendo que haya que volver a eso, porque si bien es sincero también es muy limitado, y hay una evidente relación entre mayor complejidad en las ideas y la aparición de formas de comunicación más retorcidas. Pero sí creo que habría que buscar mantener algo de esa interrelación precaria original, y tratar de que las subjetividades acordadas con nuestros diferentes grupos sociales sean más flexibles y tolerantes para con la desubicación y la obviedad, dando lugar a que no todo tenga que estar tan atado a esas estructuras rígidas que suelen formarse.

O resumiendo todo el post rimbombante en 4 palabras: ser espontáneo es alegría.