Kacikes
Supongamos que por circunstancias desafortunadas de ésas que sólo suceden en la ficción y nunca en el mundo real, terminás varado en una isla desierta.
Bueno, no, nada desierta. Ya hay otro náufrago en esa isla.
La cuestión es que este otro náufrago nos explica cómo es la cosa en la isla: Hay alimento de sobra y espacio suficiente como para que ambos convivieran por separado sin notar nunca la presencia del otro; sin embargo, él llegó primero al lugar, y tuvo la astucia de declararse propietario de la isla. Por lo tanto, nada de lo que hay allí puede ser utilizado o consumido por nosotros sin pagarle a él por lo que le estamos robando de su propiedad.
Por suerte, se trata de una persona razonable y considerada que te ofrece un trato verdaderamente generoso: si te hacés cargo de proveerle el alimento necesario y hacerle los trabajos que él requiera para que pueda vivir una vida completamente ociosa y sin preocupaciones, él te permite que dispongas de lo que hay en la isla casi con absoluta libertad.
Caso contrario, patitas en el agua, porque ya pisando la isla estarías invadiendo su propiedad.
Es lo justo ¿cierto? El llegó primero.