miércoles, diciembre 29, 2004

a volar

Una de las cosas más lindas del día que tomé LSD, fue el hecho de haber vivido la experiencia con Jackward y J-Ha!. No sólo porque son dos personas a las que quiero mucho, sino porque haber podido compartir con otras dos personas el estado mental que tenía en ese momento, como que revalidaba lo correcto que se sentía todo.

Y sí, es cierto, la aceptación de nuestros semejantes no significa nada más que eso: aceptación de nuestros semejantes. Y de ninguna manera implica un acercamiento a la verdad, como suele sentirse.
El mundo entero puede estar equivocado, y no por eso tendría razón.
Pero la verdad es que somos seres sociales, y siendo que ni siquiera podemos estar seguros de que la verdad absoluta exista, la aceptación quizás sea el sentimiento más feliz al que podamos aspirar.
[tenía muchas ganas de poner "noble", pero no, lamentablemente, "feliz" es el término correcto]

La cuestión es que en ese estado mental de pureza e inocencia que creo que alcanzamos y compartimos, uno de los tantos momentos memorables fue cuando estando en la orilla del laguito del jardín japonés, nos pusimos a hablar sobre que deberíamos poder cruzar el lago de un salto. Pero no un "deberíamos" de "estaría bueno", sino de "sería lo correcto".
Es un sentimiento difícil de explicar, pero así como un chico desnutrido que piensa que no es justo lo que sufre tiene toda la razón y es el mundo el que está equivocado y debería corregirse, en ese momento entendíamos que cualquier forma de impedimento insuperable o sentimiento de impotencia es injusto, y destruye nuestra libertad.

Y entonces me di cuenta de que entendiendo eso, recuperaba algo que había perdido hace mucho...

De chiquito yo soñaba con volar. Lo ansiaba con el corazón. Todos mis muñecos volaban, y mi muñeco preferido se destacaba de los demás porque nadie volaba tan rápida y ágilmente como él.
En ésa época, yo me sentía en muchos sentidos como me sentí ese día en el jardín japonés. Y sabía que no era justo no poder volar.
Aún así, y aunque mis costumbres de treparme a cuanto árbol o cosa alta hubiera dijeran lo contrario, yo tenía aceptado que no podía volar.
Pero no era una aceptación definitiva, sino simplemente una demostración de realismo que no hacía más que legitimar mi sueño: Yo sabía que en el presente no podía volar, pero algún día, de alguna forma, estaba convencido de que iba a poder...

Pasaron los años, y quizás me dejé adoctrinar demasiado en la escuela con respecto a la comprensión de la realidad a la que pertenezco, porque llegó el día en que acepté que las leyes físicas eran las que eran, y el sueño de volar se fue desvaneciendo de a poco, hasta que ya ni me acordaba de que alguna vez lo había tenido.

O eso creía.

Tengo que aceptarlo, soy terco. Soy tan terco que de una forma u otra, jamás acepto un no como respuesta a algo que quiero, y el sueño de volar no fue la excepción. Porque aunque me haya visto obligado a aceptar que volar físicamente es imposible para eludir las risas que tenía garantizadas de haber insistido, no lo abandoné, sino que lo hice mutar hacia nuevas formas de vuelo...

Y no, no hablo de drogas ¬¬

Porque ahora que lo pienso, más o menos por la misma época en que abandoné mi sueño de flotar en el aire con solo desearlo, fue cuando comencé a soñar con montones de otras cosas que no tienen posibilidades de hacerse realidad jamás.
Y se me hizo costumbre: cuanto más imposible es el reto, más me entusiasma. Cuánto más improbable el éxito, más tentador es intentarlo.
Sigo creyendo que puedo volar, aunque mi lógica me insista en que no.

Es así que cuando pienso que estoy alcanzando eso que deseo, me siento pleno y lleno de alegría. Y es entonces cuando me acuerdo de mi sueño de volar, porque ese sentimiento que me invade es el mismo que tenía cuando me despertaba en mi cama de madera después de haber tenido un sueño en el que cruzaba el aire a cientos de kilómetros por hora sobre una montaña verde y hermosa junto a un lago.
Esa felicidad que me llenaba inmediatamente después de haber disfrutado de un pequeño anticipo de lo que se sentiría hacer realidad mi sueño es la misma que siento hoy cuando por unos instantes mi entendimiento y razonabilidad se nublan y creo que mis nuevos sueños son posibles.

Y aunque la realidad se divierta golpeándome de las formas más dolorosas que encuentra, a lo sumo consigue moverme hacia nuevos sueños, por lo general más utópicos que los anteriores, y hacerme imaginar nuevas fantasías que nunca nunca voy a ver concretadas.
Ese es mi vuelo, y lo único que le da sentido a seguir vivo.